Wernicke no es un zapato: es un umbral.
Nació como gesto íntimo y se transformó en obra ceremonial. Una fusión entre lo argentino y lo francés, entre lo personal y lo universal, entre el rito y la forma.
Cada línea encarna la tensión entre memoria y presente. Wernicke no adorna: consagra. No acompaña: dirige.
Confeccionado en serie cerrada y extremadamente limitada, Wernicke no se repite. Cada par es un ritual estético, una declaración de identidad, un objeto que atraviesa lo efímero para convertirse en legado.
Acceso exclusivo.
Una vez completada la serie, Wernicke se retira definitivamente al archivo.